Advertencia: Este relato incluye bareback (penetraciones anales sin condón) práctica que conlleva un riesgo de infección constante, no solo por las ITS (antes conocidas como ETS), sino también porque en teoría la flora rectal no debería terminar en la uretra. Este relato es solo una fantasía, el único terreno en el que no importa como se practique el sexo, es cien por ciento seguro.
Aventura en el
metro
Odiaba tomar el metro a las siete de la mañana. Siempre iba lleno,
atestado de gente que iba al trabajo, a la escuela o a alguna cita.
Aquel día no era la excepción. Aunque había tomado el metro desde
la terminal, el vagón se lleno inmediatamente abrió las puertas.
Quizás no había sido la idea más inteligente quedarme a un lado de
las escaleras mientras esperaba el convoy, ya que ahí era donde más
se acumulaba la gente. Pero me convenía para transbordar en la
estación que tenía planeada.
Llegué al rincón del vagón para poder recargarme contra la pared,
mientras frente a mí se paraba un hombre de unos treinta y pico
años, con una barba de candado muy sexy, vestido de pants, una gran
chamarra y gorra. Sus facciones eran bastante atractivas, aunque solo
las vi durante un momento debido a que me dio la espalda para poder
acomodarse en el espacio que teníamos disponible y poder agarrarse
de los tubos.
El tren comenzó a avanzar y yo pensé en todas las cosas que tenía
que hacer en el día. La perspectiva era un tanto desalentadora.
Aquel viaje de hora y media me iba a quitar mucho tiempo,
especialmente si consideraba que era el mismo tiempo que me iba a
hacer de regreso.
Llegamos a la siguiente estación y ante la entrada de más gente
comenzamos a apretujarnos. El tipo que iba de pie frente a mí quedó
totalmente pegado a mi cuerpo, por lo que su trasero comenzó a
presionar mi pene. Aquel contacto me pareció tremendamente erótico
y, antes de que abandonáramos la estación, ya había comenzado a
parárseme.
Solté un suspiro, deseando interiormente que el hombre no notara mi
erección. Aunque yo era gay, opinaba que esas cosas eran
tremendamente incómodas. Digo, ya me había tocado a mí excitar sin
querer a un par de hombres con mi trasero y por eso prefería buscar
una posición donde evitara el roce de esas partes.
El tipo parado frente a mí volteó a verme de reojo. Sentí que los
colores se me subían a la cara al pensar que quizás me dedicaría
una mirada de repugnancia, pero en lugar de eso me sonrió. Era una
sonrisa apenas perceptible, pero estuve seguro que era para mí
cuando sentí como su trasero presionaba con más fuerza mis partes
íntimas.
Ya entrados en calor decidí aprovechar la situación y discretamente
comencé a ejercer presión sobre su culo, el cual era firme y
pequeño, pero bien formado. El hombre me contestó con un arrimón
más fuerte, con lo que sentí una hermosa sensación.
Llegamos a la siguiente estación, donde afortunadamente no subió
nadie por aquella puerta y si bajaron dos personas. Hubo un momento
de respiro antes de que las puertas volvieran a cerrarse, momento que
el hombre que estaba frente a mí aprovechó para bajar su mano
hábilmente y colocarla de tal manera que mi bragueta le quedara al
alcance.
El tren volvió a arrancar y el hombre comenzó a frotar mi verga con
su mano. Yo me dejaba hacer con mucho gusto y no tenía ningún
complejo con eso. Supongo que mi cara reflejó perfectamente el
placer que estaba experimentando, porque cuando el metro entró al
túnel vi que unas cuantas caras se volteaban con interés hacía mí
y el tipo que venía al lado de mí de plano volteó a ver hacia
abajo para mirar con atención la mano que acariciaba mi bulto.
Enrojecí un poco con la situación e iba a hacer que el señor que
venía frente a mí dejara de masturbarme, pero mostrando una
maestría espectacular en un rápido movimiento bajó mi bragueta,
metió la mano, removió mi ropa interior y antes de que pudiera
percatarme de otra cosa ya había sacado a mi amiguito al aire libre.
El tren empezó a desacelerar, obviamente se acercaba a la próxima
estación. Me empecé a sentir extremadamente nervioso, pero el tipo
de al lado y el que se encontraban enfrente de él se movieron
ligeramente, al igual que la bolsa y la mochila que traía cada uno,
bloqueando la vista de mi pene desde el otro lado. Cuando el tren
llegó a la estación, recordé tristemente que la mayoría de las
estaciones de aquella línea tenían la puerta del lado derecho.
Bien, la puerta cerca de mí ya no se abriría (lo cual significaba
que mi descenso se complicaría con tanta gente), pero eso también
significaba que si los dos hombres que iban a nuestro lado seguían
parados ahí nadie más podría ver lo que sucedía. Bueno, a
excepción de un chico por allá que también iba estirando su cabeza
con disimulo.
La idea de ser visto por tres cabrones me excitó de más y mi pene
comenzó a lubricar. El hombre que venía enfrente de mí comenzó a
frotar mi glande en círculos con su dedo pulgar, aprovechando el
líquido preseminal que tenía para provocar una sensación
extraordinaria.
No pude evitar el gesto de placer que puse. Vi como un tipo que iba
en la otra puerta me miraba con repugnancia, pero la verdad me valió.
Seguramente él sabría que estaba pasando ahí, pero pues si no le
parecía que simplemente volteara a ver hacia otro lado.
Uno de los tipos de al lado, el cual tampoco estaba de mal ver,
aunque quizás demasiado moreno para mi gusto, comenzó a frotar el
trasero del tipo que venía enfrente de mí. En un principio me
molestó aquella actitud, ya que quería al señor de la chamarra
solo para mí, pero pronto descubriría que la intención de los
tipos que tenía al lado no era quitarme a mi hombre, si no
proporcionármelo de una manera más íntima.
La mano del moreno se perdió discretamente debajo de la chamarra de
mi amante ocasional, el cual seguía jugando con mi polla, para
después con un leve movimiento hacia abajo volver a aparecer con el
resorte del pants entre sus dedos. Yo me quedé más que sorprendido
y más cuando el señor de enfrente volvió a repegar su culo hacia
atrás, el cual ahora estaba al aire libre al igual que mi verga. Era
un culo blanco y que se veía bastante suavecito.
Yo no sabía qué hacer, pero todo pensamiento desapareció cuando
con ayuda de su mano mi amante introdujo la cabeza de mi pene en su
agujero. No era apretadito, era obvio que lo había usado muchas
veces en su vida y ya lo tenía entrenado para acoplarse a una gran
variedad de vergas; pero el calor que transmitía era sencillamente
delicioso.
El tren paró en la siguiente estación mientras mis diecisiete
centímetros de herramienta se perdían totalmente dentro del cuerpo
de mi amante. Quizás no había apretado nada mientras entraba, pero
en cuanto el convoy jaló nuevamente el señor de la barba de candado
me demostró que sabía usar su esfínter con maestría, apretándolo
y soltándolo para producirme un placer supremo mientras ambos
balanceábamos nuestras caderas al ritmo del vagón.
Los tipos de al lado no quitaban el ojo y, aunque aquello nos ponía
en peligro por primera vez en la vida me di cuenta de que lo único
que me importaba era gozar al hombre que se encontraba frente a mí.
Agarré su cintura con las dos manos, sin importarme que el tipo que
iba frente a él recargado en la puerta se pudiera dar cuenta.
Recargué mi cadera totalmente contra la pared posterior del vagón,
mientras obligaba al hombre que se encontraba enfrente de mí a mover
su cadera a una velocidad que según yo no llamara la atención y que
pareciera producida por el movimiento del tren.
Aquel mete y saca me estaba volviendo literalmente loco y era aún
más morboso porque los tipos que nos venían viendo se habían
comenzado a tocar los paquetes sobre sus respectivos pantaloncillos
como si se estuvieran masturbando ante el espectáculo de mi pene
perdiéndose en el hermoso culo de mi acompañante.
El hombre de la barba de candado comenzó a apretar su recto
combinando aquello con el movimiento de mete-saca que llevábamos,
transportándome al séptimo cielo. No pude evitarlo, solté un
gemido bastante audible mientras me venía dentro de su culito y lo
jalaba con fuerza hacia mí para clavarlo con fuerza. El tipo debió
de haber sentido mi venida, pues su cara volteó ligeramente con una
enorme sonrisa y su culo me apretó con más fuerza, como si quisiera
asegurarse de que me exprimía por completo.
Exhalé sintiéndome completamente relajado y satisfecho, pero
aquello solo fue durante un momento antes de ver algunas miradas de
asco, repugnancia y hasta odio. Obviamente mi gemido había llamado
la atención de varias personas en el vagón y debió haber resultado
obvio qué había sucedido con lo juntos que estábamos el señor de
la barbita y yo, incluso cuando los demás tipos nos cubrían.
Las puertas del tren se abrieron justo en ese momento y sin apenas
pensarlo saqué mi miembro de aquella cavidad, me subí
apresuradamente el cierre escondiendo mi herramienta y salí
atropellando a un par de personas del vagón.
Una vez en el andén, mientras la alarma que anunciaba que el tren
estaba a punto de marcharse sonaba, volteé mi mirada. Seguía
habiendo rostros de desprecio, pero me resaltó el hermoso rostro con
barba de candado y gorra, que de repente parecía decepcionado.
¿Acaso esperaba algo más de mí?
El tren cerró las puertas, pero nuestras miradas no se separaron en
ningún momento. Nos seguimos viendo mientras el tren avanzaba y el
tipo moreno se acomodaba en lo que había sido mi lugar,
aparentemente emocionado. Seguramente había llegado a la conclusión
que había llegado su turno de gozar.
Pero aquello no me importaba, lo único que me interesaba eran los
ojos inquisidores del hombre al que me había cogido, el cual parecía
interrogarme por qué me había marchado de esa manera abrupta y no
lo había esperado.
El tren se marchó y se llevó a aquel hombre con el que había
disfrutado tanto sin posibilidad de volverlo a ver. He regresado
varias veces a la misma línea del metro a la misma hora sin ningún
motivo real. Aunque me he encontrado weyes con los que he fajado rico
o me han deslechado con sus manos, ninguno ha sabido darme el placer
que me proporcionó aquel hombre con ayuda de su culo.
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