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jueves, 15 de enero de 2015

Bajo el puente

¿Qué tal? ¿Cómo están? ¿Listos para leer un nuevo relato de mi autoría?

Bajo el puente

¡Yo y mi sangre caliente! Aquel día era como cualquier otro. Tenía una calentura de los mil demonios. ¡Ja, ja, ja! La mala noticia es que no había nadie con quien bajármela. Ni siquiera podía sentarme frente a mi computador y ponerme a leer en internet algún buen relato erótico, puesto que había tenido que ir a entregar unos papeles al otro lado de la ciudad. Cuando iba de regreso tuve que tomar el metro para llegar a mi casa. Aquello me dio una idea, puesto que sabía muy bien las cosas que podían pasar en el metro, especialmente cuando el vagón de hasta atrás venía o muy vacío o muy lleno. No necesité pensarlo demasiado para decidirme en que parte del metro viajaría.

Llegué a la estación del metro, me metí y me dirigí hasta la parte de atrás del andén. El tren no venía excesivamente lleno, pero creía que sí lo suficiente para acercármele a cualquiera que me atrajera. Así que me subí. Cuando se cerraron las puertas del vagón me llevé el fiasco de mi vida. El lugar iba lleno de puro hombre que no me parecía atractivo. Los que ocupaban un gran espacio era un grupo de varios chicos que a juzgar por como hablaban y se movían cualquiera les hubiera llamado locas, aunque yo me conformaba con llamarles afeminados. Había uno de ellos que no estaba nada mal, y quizás me le hubiera lanzado si no hubiera venido acompañado.

Me resigné a que mi calentura tendría que esperar a que llegara a casa para poder hacer algo. Intenté concentrarme en otra cosa que no fuera mi frustración por no haber encontrado con quien bajarme las ganas, cuando empecé a sentir una mano que se apoyaba ligeramente en mi trasero. Al principio no le hice caso, pensé que tal vez ni siquiera se tratara de una mano, que mi calentura tomaba como una extremidad quizás la mochila de alguien que se había arrimado hacia mí al entrar más gente en otra estación. Sin embargo, cuando aquella cosa que estaba en mi trasero empezó a acariciarlo con más fruición tuve que admitir que aquello no podía tratarse de una mochila o algo así.

Volteé a ver de reojo a quien venía detrás de mí. Se trataba de un hombre que no debía tener menos de 35 años, bajo de altura, moreno, ojos pequeños y con un tupido bigote. Dudo que alguien pudiera considerarlo atractivo, pero mientras más acariciaba mi trasero más me iba prendiendo. Después de todo ¿qué importaba que el hombre no estuviera guapo si me ayudaba a quitarme la maldita calentura que me cargaba?

Me acomodé para que el señor pudiera tocarme con más libertad el culo, al mismo tiempo que yo podía rozar su verga. Dejé que mis manos rozaran la dureza que se adivinaba sobre su pantalón, de arriba abajo. No se sentía muy grande, pero en esos instantes solo necesitaba de cualquier polla para estar satisfecha. Incluso una que midiera diez centímetros me hubiera bastado.

Aunque estaba disfrutando mucho rozar el miembro de aquel hombre con mis dedos, era aún mejor sentir su mano masajeando mi trasero. El hombre me estrujaba las nalgas, me las sobaba, e incluso en un par de ocasiones con uno de sus dedos aplico presión justamente en medio de ellas, estimulando mi ano.

Me moría porque aquel hombre me desnudara y me acariciara las nalgas en directo. Lamentablemente, las circunstancias eran adversas. Mientras nos acercábamos a la estación terminal mucha gente iba bajando, por lo que ya no había tanta aglomeración y hubiera resultado muy sospechoso que siguiera pegado a aquel hombre. Así que me separé un poco de él, dedicándole una sonrisa con la que esperaba que él entendiera que quería llegar más allá con él.

Estaba preparado para bajarme en la estación que el hombre se bajara. Tal vez viviera cerca, o quizás podríamos encontrar un hotel por la zona. Estaba con tantas ganas que incluso estaba dispuesto a pagarlo yo. Me hubiera conformado incluso con un callejón oscuro. Estaba dispuesto a dejar que me cogiera, aunque me considero inter más activo, todo por la calentura que me cargaba.

Afortunadamente parecía que el hombre bajaba hasta la estación terminal igual que yo. Una vez fuera del tren le sonreí, él se acercó a mí y me estrechó la mano mientras se presentaba como Pedro. Yo le dije mi nombre, y mientras caminábamos hacia afuera íbamos hablando de dónde veníamos, adónde íbamos y demás.

-¿Entonces qué hacemos? -le pregunté una vez que estuvimos afuera de la estación.

-¿Qué quieres hacer? -me regresó la pregunta él.

-¿No es obvio? -le interrogué mientras discretamente me acercaba a él y le apretaba su pene, el cual seguía totalmente duro. Yo no era el único que tenía ganas de algo.

-¿Conoces algún lugar por aquí? -inquirió él.

-La verdad no -confesé. No solía andar mucho por ahí, al menos no en lo que respectaba a buscar sexo. Mis ligues y acostones solían ser en otras partes de la ciudad.

-Yo sé de un lugar donde se puede, pero no sé si te parezca bien -comentó él.

Tal como iba lo hubiera seguido al mismísimo infierno. Le dije que estaba dispuesto con tal de sentir su verga sin la ropa de por medio, y me dejé guiar por él. Me llevó por la avenida sobre la que iba el metro en sentido inverso por el que llegamos. A mí se me ocurrió que quizás fuéramos hacia un parque que se encontraba cerca del lugar, aunque no sabía muy bien si podríamos hacer algo sin arriesgarnos excesivamente a que nos cachara alguien. Sin embargo, cuando le pregunté directamente él me respondió que era mejor el puente.

-¿Puente?

-Sí, ya lo he hecho en otras ocasiones ahí -me respondió él.

Así que me dejé llevar hasta un puente vehicular, o para ser más precisos debajo de este. De lejos (normalmente viendo desde el metro) solo había visto en el lugar una que otra persona en situación de calle, pero en ese momento el lugar se encontraba vacío. Me di cuenta que en realidad era un buen lugar, puesto que debido a la construcción nadie arriba ni en los laterales podría vernos, y los carros y el metro solo podían vernos cuando pasaran exactamente debajo del puente. Sería muy mala suerte que alguien volteara a ver ahí.

Pedro no tardó ni un segundo. Apenas habíamos llegado al lugar cuando él jaló un cartón que estaba por ahí para poder acostarse sobre el suelo, se desabrocho el pantalón y sacó su verga al aire.

-Chúpamela -me ordenó.

Me acomodé entre sus piernas mientras tomaba aquel pito entre mis manos. No supe si era por la calentura o por alguna otra razón, pero aquel miembro me pareció maravilloso. Debía medir alrededor de quince centímetros (no muy grande para muchos), algo delgado, creo yo; pero lo que realmente me fascinaba era su color moreno, la forma en la que su prepucio se retraía con facilidad y dejaba a la vista un glande de forma triangular, con su base ligeramente más ancha que el resto del miembro. Además era totalmente recto, tal como a mí me gustan las pollas.

-Ándale, chúpala -me dijo mi acompañante de ocasión mientras jalaba mi cabeza.

Aunque me encantaba contemplar aquel pedazo de carne, la verdad es que moría por comérmelo. Agaché mi cabeza y me metí directamente aquella verga en mi cavidad oral. Solo puse mis labios en forma de O y dejé que la polla de Pedro fuera introduciéndose en mi boca mientras mis labios y lengua recorrían toda su superficie.

-Así, chiquito -murmuraba Pedro mientras me acariciaba la cabeza.

Aquel pito me supo a gloria. No sabía que demonios tenía Pedro, pero su sabor sencillamente me enloqueció. No era algo sucio, aunque no creía que estuviera limpio después de haber estado trabajando. Era un sabor ligeramente salado, la marca de un hombre que cuida su higiene y que sin embargo sigue siendo un hombre con su sabor y su polla empalmada derramando líquido preseminal.

-¿No quieres que te la meta? -me dijo él cuando me separé de su pito para poder inspirar aire.

Vi el rostro de mi acompañante, sus ojos pequeños mientras me miraba fijamente y como sostenía aquella verga que me estaba volviendo loco con su mano, como si me la ofreciera. No tuve que pensar mucho en las opciones.

-Por supuesto -le contesté mientras desabrochaba mi pantalón para poder bajármelo. Hasta el momento había estado simplemente rozando mi pene sobre la ropa.

-Pues ven y siéntate -dijo él.

-¿Traes condones? -le pregunté. Después de todo, la protección es lo primero. Por otro lado, al contrario que a muchos, el uso del condón me excitaba más que no usarlo.

-No -me contestó él mientras hacía una mueca rara. Seguramente pensó que ahí se había terminado todo.

-No te preocupes, yo sí traigo -le dije mientras sacaba mi inseparable condonera.

Retiré su mano de su pito, saqué el condón de su envoltura, lo puse sobre su glande y empecé a desenvolverlo con cuidado. Me encantó la sensación de ir forrando aquel pene que me volvía loco. Me parecía que el látex resaltaba su forma, como si lo hiciera más perfecta.

Terminé de colocarle el forro, y el siguiente paso fue acomodarme para poder introducirme aquel pito en mi interior. Me bajé los pantalones solo lo necesario para dejar mi culo al aire libre, y me subí sobre Pedro dándole la espalda. Él se encargó de sostener en alto su pene mientras yo me fui sentando. Debido a su tamaño y grosor no fue ningún reto alojarlo en mi interior, pero aún así disfruté de cada milímetro que se fue perdiendo dentro de mi recto. Para asegurarme que él también lo disfrutaba, me dediqué a contraer mi esfínter mientras me iba sentando lentamente.

-¡Oh, sí, papasito! -exclamó él cuando mis nalgas finalmente se asentaron sobre sus caderas, momento en que el aprovechó para poner sus manos sobre mi cintura.

Me sentí completo en ese instante. Mi calentura no se había marchado, pero ahora no era molesta, en ese momento, mientras sentía mi recto lleno con el pene de aquel hombre que me acompañaba, la sentía como algo placentero y satisfactorio. Me encantaba sentir aquel ente que rozaba las paredes de mi recto mientras parecía latir por sí mismo, y mi propio miembro se encontraba totalmente erecto ante la idea de que esa verga que me había fascinado se encontraba en mi interior, acoplándose perfectamente.

Comencé a moverme sobre Pedro, de arriba abajo, en círculos. Era genial sentir aquel falo que se perdía en mi interior, que friccionaba con las paredes de mi recto y me hacía sentir en la gloria. Era extraño pero de repente Pedro había dejado de parecerme feo. Tal vez no podría decir que era guapo, pero sí afirmaría que era un excelente amante en la forma en que él mismo movía sus caderas para hacer mejor la penetración, en la manera en la que me tomaba de la cintura para marcar el ritmo, y finalmente en la forma en que su mano se estiró para masturbar mi miembro mientras él seguía penetrándome. Además, los ruidos de los carros que pasaban más allá y sobre nosotros me prendían más de lo normal. Me encantaba imaginarme que cualquier que fuera en su auto y se le ocurriera voltear para arriba en el momento preciso podría vernos ahí, practicando sexo.

Duramos un rato así, para después cambiar de posición. Pedro me puso bocabajo sobre el cartón para él ponerse sobre mí y volver a dejar a su pene irse dentro de mí. Me gustó más aquella posición. Me encantó sentir a aquel hombre sobre mí, enterrándome su hombría lo más profundamente que podía, mientras sus brazos me rodeaban, encerrándome en una prisión de la cual no tenía ningunas ansias de salir.

Era tan excitante sentir a aquel hombre sobre mí, percibiendo su respiración justo en mi nuca, que cuando menos me di cuenta me vine sin siquiera tocarme. Él había dejado de masturbarme cuando me volteó, ya que usaba sus manos para mantenerme sobre mí sin aplastarme, solo dejando caer su peso para que pudiera sentirlo sin que me resultara molesto. El caso es que derramé mi semen sobre el cartón que estaba debajo de mí, todo por el enorme placer que sentía al percibir a aquel hombre sobre mí, con su pene bien ensartado en mi recto.

Supongo que las contracciones de mi orgasmo lo hicieron venir también a él, pues mientras sentía el éxtasis él enterró hasta el fondo su pito y se quedó quieto, en tanto sentía su respiración acelerada en mi nuca.

Ambos nos quedamos un momento así, compenetrados, mientras el placer de nuestras venidas se marchaba.

-Eres genial -me dijo él mientras sacaba con cuidado su pene de mi interior.

-Tú también lo eres -le contesté yo cuando hubo salido y pude incorporarme.

Él se quitó el condón y estuvo a punto de aventarlo por ahí antes de que yo le dijera que no lo hiciera. A él le dije que era para no dejar basura por ahí, pero la verdad es que sentía curiosidad por la leche que había surgido de aquella verga que me encantaba. De hecho, mientras me acomodaba mi propio pantalón le di una última lamida a su pene y a sus bolas, colocándome debajo de él. Aún quedaban algunas gotas de semen en la punta de su uretra que me supieron a gloria.

-Eres un jovencito goloso -comentó él mientras se terminaba de acomodar la ropa.

-Solo cuando una verga me gusta tanto como la tuya -le respondí para rozarle por última vez su pene sobre el pantalón.

Después de eso ambos salimos del lugar. Arriba no había nadie, solo los autos que circulaban. Nos despedimos en ese momento, pues a él le convenía más cruzar hacia el otro lado de la avenida sobre ese puente mientras a mi me convenía quedarme de aquel lado. Lo vi alejarse sintiendo el impulso de ir detrás de él para volvérmelo a comer. Estaba ya satisfecho, mi calentura estaba calmada, pero una parte de mí no podía concebir la idea de no volver a estar con ese hombre. No era su estatura ni su belleza, era su verga lo que me interesaba profundamente. No me gustaba la idea de no volver a ver esa polla, de no poder probarla nuevamente ni sentirla en mi culito otra vez.

Aun así, lo dejé marchar. Me dije a mí mismo que seguramente algún día me lo volvería a encontrar en el metro, pero hasta el día de hoy lamentablemente eso no ha ocurrido. No obstante, no puedo olvidar su pito delgado y recto, con un tamaño perfecto para horadar mi ano sin lastimarme.

~~~

Bueno, ahí estuvo el relato de este mes. Espero les haya gustado, porque yo lo disfruté mucho. Especialmente porque este relato contiene una parte verídica :3 Fue muy rico. Creo que no me molestaría volver a encontrarme con ese wey si estuviera soltero xD

lunes, 5 de enero de 2015

Pedro 1

¡Hola a todos! Comenzamos un nuevo año y es tiempo de un nuevo relato ajeno en el blog. Espero lo disfruten. Considérenlo su regalo de reyes ;)
 
Pedro
(Primera parte)

Cuento la historia de mi tío Pedro, quien me enseñó muchas cosas, entre otras lo que era follar.


★ ★ ★
[Reproches]
 
Desde el mismo momento en que sus padres hubieran aprobado la boda, él personalmente se había encargado de llevar a cabo todos los preparativos.
 
“Si algo salía mal todas las culpas recaerían sobre su persona”
 
Había trasladado el ajuar de la que sería su futura esposa hasta la casilla de labriegos. En esa choza convivía con su hermano seis meses al año mientras ambos cuidaban del ganado. Después de la boda esa sería la primera casa en la que viviría el feliz matrimonio. Por eso se había esmerado en barrer el suelo y adecentarla un poco.
 
“No quería que Lucia, su futura esposa, se llevara una impresión de él que no era”
 
También sacrificó un par de corderos con los que agasajar a los pocos invitados al banquete y por supuesto había tenido que “ausentarse” de sus obligaciones diarias en el pastoreo, para ir a confesar y formalizar todos los trámites en el registro civil. Quería asegurarse de que le permitieran al día siguiente poder decir con rotundidad que acababa de contraer matrimonio. Cualquier imprevisto o detalle insignificante terminaría avergonzando a sus padres, aun más de lo que ya estaban. 
 
Eran  tantos  los disgustos que había acarreado a su familia por esa mala cabeza, que no tenía claro hasta qué punto su padre sería capaz de soportar alguno más.
 
Cuando llegó a la cama lo hizo completamente agotado.
 
“Esa iba a ser su última noche de soltería y hubiera preferido celebrarla de alguna forma un poco más especial”. Pensó durante unos segundos mientras se sentaba
 
El giro inesperado de las circunstancias lo habían obligado a no poder ni desear una despedida de soltero en condiciones. Se encontraba demasiado lejos del pueblo como para irse de cena con sus amigotes y tampoco podría festejar bebiendo vino y licores hasta al amanecer, porque su hermano pequeño se había acostado unas horas antes que él.
 
Mientras se desvestía, miró durante unos segundos hacía el cuerpo semidesnudo de su hermano Pedro. Su respiración era rítmica y algún leve ronquido se escapaba de su boca. Resignado se sentó sobre la cama certificando con cierta tristeza que Pedro, su querido hermano, estaba profundamente dormido.
 
Pensó de nuevo en su familia y en todo lo que estaba a punto de pasar. Después de la boda nada podría ser igual, todo iba a cambiar de forma brusca y no se atrevía ni a imaginar las consecuencias que todos esos cambios tendrían en sus vidas.
 
Todavía dudando sobre si lo que estaba a punto de hacer era lo mejor o no, empezó a descalzarse haciendo que un fuerte olor a pies sudados le diera en la nariz.
 
Miró, de nuevo, hacía su hermano y este seguía durmiendo en la cama.
 
No dejaba de pensar en el enorme  sacrificio que iba a hacer toda su familia por él, permitiéndole alejarse de allí durante toda una semana. A cientos de kilómetros de la aldea, podría disfrutar de lo lindo con su nueva esposa,  en lo que iba a ser una más que merecida luna de miel. Era por tanto más que normal que su hermano pequeño, estuviera también molesto. Pedro llevaba casi cuatro días sin recibir la mas mínima ayuda en un trabajo más que agotador.
 
Cuidar de las ovejas era duro pero llevadero si lo hacían dos personas. Por ello los dos hermanos vivían en el monte, en una pequeña casa labriega durante unos siete meses al año. Debían permanecer allí prácticamente aislados de la civilización,  cuidando el ganado, esquilándolo y ordeñando a diario, pero sobretodo saliendo a pastar con las ovejas. Cuando el invierno llegaba bajaban hasta la aldea donde pasaban los otros cinco meses, llevando a cabo las mismas labores pero disfrutando ya de “las comodidades” que les ofrecía el tener a una madre cerca que como mínimo les hacía la comida y les lavaba la ropa. Entre los lujos de la aldea estaban también, el de poder asearse de vez en cuando, cenar algo caliente y sobretodo el no tener que compartir cama.
 
En esa pequeña agrupación de casas y almacenes vivía también su novia y futura esposa, a la que podía ver un par de veces al mes. Los caprichos del destino quisieron que esta se quedara encinta durante una de las furtivas escapadas con ella hasta la rivera del río.
 
Esa humillante noticia para la familia había terminado precipitándolo todo.
 
—¡Eres una vergüenza para esta casa! —le había reprochado su padre la noche en la que se lo comunicó recibiendo un sonoro sopapo en la cara.
 
La inercia del golpe hizo que su rostro se girara hasta quedar de frente al de su hermano menor. Pedro con lágrimas en los ojos se sentía casi tanto o más traicionado que su propio padre. Pensó que podría llegar a explicarle que todo había sido un desliz, que esa mujer no significaba nada para él. Creyó también que Pedro lo terminaría entendiendo y acabaría perdonando el doble juego de seducción y engaño al que había sometido a su novia y a su hermano pequeño.
 
Pedro calentaba su cama y lo distraía en  sus horas de aburrimiento durante el pastoreo y Lucía lo llenaba de sueños en los que se iban a montar su propia granja con la que se terminarían haciendo tan ricos como lo era el dueño de esa aldea.
 
Finalmente el joven pastor también había terminado llenando de polla el prieto coño de Lucía y su espesa leche lo había condenado para siempre a un matrimonio para el que nunca estuvo preparado.
 
[...]
 
Cuando su cuerpo desnudo se acurrucó junto al de su hermano pequeño, todo en su cabeza era un mar de dudas.  
 
—Pedro… ¿Estas dormido? —le preguntó
 
Su hermano no le contestó, pero no lo oía roncar sonoramente por lo que empezó a zarandearlo.
 
—Hermano, … despierta anda, que quiero hablar contigo.
 
Su hermano disgustado le soltó un codazo mientras se encogía aun más en la reducida cama en la que dormían.
 
—Déjame en paz y guarda tus fuerzas para mañana, seguro que las necesitarás para satisfacer a tu querida mujercita.
 
—Es por eso por lo que estás molesto,… ¿verdad?... ¡Piensas que cuando me case con ella no volveré a estar contigo más!
 
—¿Y acaso no va a suceder de esa forma?... —le reprochó su hermano mientras se incorporaba para decirle lleno de furia lo mucho que lo odiaba en esos momentos—. ¿Acaso no va a ser ahora esa mujer la que cada noche duerma contigo? ¿Se te ha olvidado que va a ser ahora ella la que vendrá a vivir aquí y que yo me tendré que ir a dormir al corral, donde me comerán las pulgas o las ratas, para poder dejar al feliz matrimonio retozar a solas en esta cama?
 
—Podemos hablar con ella. Puede que puedas dormir en algún rincón de esta casa. Seguro que no le importará.
 
—¿Olvidas que con la que has liado la gente no verá bien que los dos durmamos con la moza bajo el mismo techo?… ¿Qué clase de familia de depravados seríamos ante los ojos de la gente?
 
—¿Desde cuándo te ha importado a ti lo que piense la gente? Mi esposa tendrá que entenderlo y dormirás aquí con nosotros. ¡Faltaría más!
 
—Ah, sí… ¿y entenderá también cuando le digas que esta cama la solíamos usar para otras cosas que no eran precisamente dormir? ¿O eso prefieres seguir guardándolo en secreto?
 
—Vamos, Pedro, no me jodas con eso ahora. Lo que hemos hecho todos estos años ha sido desfogarnos. ¡Somos hombres, joder, necesitábamos follar!
 
—¡Te habrás desfogado tú!... ¡A mí sí me gustaba! …¿lo entiendes?
 
—Joder, Pedro… ¡Qué hacer eso por gusto solo lo hacen los maricones!
 
—¿Y qué somos? ¿Dos angelitos que obligados a dormir en el bosque se abrazaron el uno al otro durante las frías noches de invierno?
 
—¡Estaba mal y lo sabes!
 
Pedro miró a su hermano mayor durante unos segundos antes de levantarse de la cama.
 
—Entonces no te importará si esta noche te dejo meditando y reflexionando sobre los pecados que hemos cometido durante todos estos años.
 
Pedro comenzó a vestirse apresuradamente mientras su hermano mayor seguía mirándolo extrañado desde la cama. Desde que se aprobó la boda no había cruzado más de dos  o tres palabras con él. Pensaba, eso sí,  que estaría algo molesto pero no tanto.
 
—¡Venga, hombre, Pedro, métete conmigo en la cama!
 
—Has confesado hoy, ¿verdad?
 
—Sí. ¿Por?
 
—¿Le has contado al cura algo de lo nuestro?
 
—¿Como le voy a contar eso? Le he dicho lo normal, que pienso en el sexo a diario, que me toco mucho y… luego eso que hice con Lucía.
 
—Pero te ha absuelto de todos tus pecados.
 
—Sí, claro después de rezar con él un padrenuestro.
 
—Entonces no creo que sea normal que la víspera de tu noche de bodas cometas el infernal pecado de clavarle a tu hermano pequeño la polla hasta los huevos.
 
—¡Venga, vamos, Pedro, no me jodas!
 
—No, has sido tú el que me ha jodido, no sé cuántas veces en esta casa y en el monte otras tantas más.
 
—Era solo un juego, queríamos probar como era —le reprochó el pastor mientras apartaba las mantas y se hacía a un lado mostrándole a su hermano pequeño el hueco que le esperaba en la cama.
 
Pedro no flaqueó pese a ver en el apetecible cuerpo de su hermano mayor un tremendo bulto bajo el calzón. Armándose de valor empezó a decirle:
 
—Puesto que a partir de mañana tendré que dormir en el corral, no creo que pase nada si empiezo ya haciéndolo esta noche.
 
—¡Joder, Pedro, no te vayas, vuelve a la cama, te prometo  que hablaremos con Lucía después de la boda! ¡Ella terminará entendiéndolo!
 
Pedro no lo escuchó y con lágrimas en los ojos abandonó la casa dejando que la oscuridad de la noche lo alejara para siempre de ese pasado que tanto ansiaba no llegar a perder.
 
El novio se quedó en la cama meditando durante unos segundos. Llevaba todavía puesto el enorme calzón raído y amarillento que usaba como única prenda para dormir. Bajo este su rabo se había vuelto a poner duro como cada noche. La mano fue al encuentro de ese duro mástil de carne y fue tirando de la fina piel hasta descubrir el glande de un color rojo, casi granate. Empezó a pajearse con lentitud, todavía tenía la esperanza de que su hermano Pedro pudiera volver en cualquier momento. Pensaba verlo llegar de nuevo hasta esa cama que durante tanto tiempo habían compartido. Deseaba que le agarrara la polla para masturbarlo con gran maestría.
 
—Que duro trae el cipote hoy mi hermano favorito —le decía Pedro mientras le sacaba el raído y amarillento calzón por los tobillos hasta dejarlo totalmente en pelotas sobre la cama
 
Poco después notaría el caliente aliento de una boca acercándose. Al engullirse esa dura asta de carne empezaría a gemir de placer.
 
—Ahhhhhmmmmmmm, siiiiiiii, joder, Pedrooooo, como la mamaaaaaaaasssss.
 
Después comenzaría a notar como las babas de su hermano y las suaves succiones lo irían arrastrando poco a poco por unos caminos de los que jamás querría apartarse.
 
Ese era un placer prohibido al que se había entregado durante años.
 
—Además de tocarte en el campo, ¿has hecho alguna otra cochinada más? —le había preguntado el cura esa misma tarde mientras se confesaba.
 
Pero el novio no le contó nada más. De haber empezado el pobre cura habría tenido que dejar el oficio que estaba a punto de comenzar sin atender. Eran tantas las cochinadas que hacía con su hermano pequeño que no sabía por cuál empezar.
 
Mientras se pajeaba cada vez más frenéticamente pensaba en Pedro y en ese culo que se había abierto ante la rotundidad de sus embistes sin queja alguna. Su sumiso hermano había aceptado el rol sin pedirle nada a cambio. Poco a poco había ido dando de sí ese ojete rosado y caliente, coronado por una hilera de vellos negros que se enredaban con los de su polla, hasta quedar fusionados en una unión perfecta y sincronizada.
 
Cuando sus rudas y callosas manos se clavaban en la cintura de Pedro notaba como este se echaba ligeramente hacía adelante para apoyarse contra el suelo, en un tronco o en lo que hubiera más cerca. El caso era evitar la pérdida de equilibrio que lo alejara durante unos instantes de la placentera penetración.
 
Pedro se corría sin tocarse siquiera y lo hacía dejando que un filo hilo de semen saliera de una polla endurecida y vibrante.
 
La naturaleza había querido que el vicioso pastor la tuviera gorda y muy larga mientras el pequeño Pedrito se tuvo que conformar con esa polla gordita y venosa.
 
La fimosis había impedido que el hermano pequeño, también pudiera probar lo que era eso de follar y hubo de esperar hasta que se fuera a hacer la mili para que lo prepararan para poder cumplir con sus deberes como macho. 
 
Ya sería tarde. Pedro llegaría al servicio militar sin ningún interés de fecundar a las hembras. Su hermano mayor se había  encargado de mostrarle otros caminos de obtener un placer supremo
 
El prieto culo apretaba con fuerza la polla del vicioso pastor y este aceleraba las embestidas mientras las ovejas balaban inquietas alrededor de ellos.
 
—¿Te gusta, verdadddddd?
 
—¿Qué si me gusta? ¡Esto es la hostia! —le gritaba Pedro mientras tiraba de su hermano hacía él para pedirle que se quedara dentro mucho más tiempo.
 
—Pedrroooooo, me voy a correrrrr, no puedo más.
 
—Vale sigueeeee. No dejes de meterla, a mí también me gustaaaahhhhh
 
Entre berridos y balidos los dos pastores se corrían haciendo que todo lo que les rodeara pasara a un segundo plano. 
 
No era necesario hacerse más pajas a escondidas del otro. Tampoco necesitaban que ninguna mujer les ayudara en la búsqueda del placer que de esa forma tan exitosamente obtenían.
 
¿Por qué entonces, había tenido que joderlo todo de esa forma el hermano mayor?
 
El novio mientras notaba como el estallido de la paja estaba a punto de llegar, no dejaba de darle vueltas al tremendo error que había cometido al irse a solas al río con una de las sirvientas del señorito. Hubiera preferido hacerlo con Pedro, como tantas otras veces había pasado.
  
“Como debería estar haciendo también esa misma noche previa a la noche de bodas”.
 
Pero esa noche su enorme y gordo pollón descargó muy lejos de ese culo jugoso y goloso que con tanto gusto se entregaba.
 
Se maldijo durante unos segundos por haber terminado derramando toda su leche sobre su velludo abdomen pensando en lo mucho que tendría que madrugar al día siguiente para darse un baño en el río que retirara todo esa lefa ahora blanquecina y viscosa.
 
Esa noche se volvió a pajear en solitario sin saber que desde ese fatídico día tendría que volver a hacerlo muchas más veces y que pasaría mucho, muchísimo tiempo hasta que pudiera volver a notar el cálido tacto de una lengua acariciando su grueso y apetitoso capullo.
 
El destino y su mala cabeza lo había condenado a pajearse en solitario y solo sería liberado de semejante castigo cuando fuera capaz de asumir con agrado su propia condición.
 
★ ★ ★
[Sin salir del armario]
 
Pedro no duró mucho conviviendo con la feliz pareja.
 
Después de la boda no tuvo que enfrentarse a verlos felices el uno junto al otro porque se fueron de viaje de novios a la casa de una tía de Valencia. Cuando volvieron, una semana más tarde,  aguantó con ellos un par de meses hasta que se vio con fuerzas para abandonar a su hermano y a toda su familia.
 
El autoritario padre hubo de admitir que su hijo se marchara a buscar una vida mejor. Con todas sus fuerzas le deseo que le fuera mal en su empresa y volviera cuanto antes con el rabo entre las piernas. Sabía que lo haría para suplicarle por su error y pedirle que le diera de nuevo cobijo en la casa.
 
Pero el joven no volvió con la celeridad que el padre esperaba. Aprendió con rapidez en el floreciente oficio de la construcción y en la ciudad pudo disfrutar de una cierta liberación sexual. La complicidad y el anonimato de la enorme ciudad en la que se encontraba, le permitió que fueran muchos los rabos que se le terminaran metiendo entre las piernas.
 
En aquellos años de dictadura no era fácil follar o ser follados pero los maricas podían cazar casi al vuelo las señales que se lanzaban los unos a otros.
 
Su paso por el servicio militar no hizo más que reafirmarlo en sus “inquietudes”. Con ayuda de algún compañero de garita y de algún que otro militar de más alto rango llegó a convertirse por mérito propio en la más puta del cuartel.
 
Durante esos dieciocho meses en los que hubo de estar secuestrado por los caprichos del militarismo, aprendió a no hacer el vago y llegó hasta sacarse el graduado escolar.
 
Después de la mili volvió a su anterior oficio empeñado inútilmente en seguir construyendo muros contra esa España intolerante que aborrecía a los homosexuales pero entre la que se movían cada vez más maricas encubiertos, deseosos de sacar a pasear su pluma, cuando el “Regente” estirara por fin la pata.
 
★ ★ ★ 
[Los avances de la ciencia]
 
Pedro siguió en contacto con su familia, pero solo en los eventos que señalaba el calendario de su triste y vacía vida.
 
Enterró a su padre, pero fueron pocas las lágrimas. 
 
Con más dolor perdió también a un hermano en un accidente de tráfico.
 
Del resto de los avatares del destino, sufridos por su familia se enteraba siempre cuando volvía al pueblo para celebrar algún evento. Así fue como fue viendo crecer a sus sobrinos y sobrinas. Era el padrino de algunos de ellos por lo que los acompañó siempre en las fiestas de su primera comunión y posteriormente en alguna que otra boda.
 
Aguantó siempre estoicamente cuando le pedían que sentara la cabeza para empezar a darle nietos a su madre, pero Pedro procuraba callar.
 
A veces su culo boqueaba escupiendo leche mientras su madre le requería un nieto. En el baño durante el banquete había podido probar como una dura polla lo atravesaba hasta descargar dentro de él. Miraba entonces al responsable, a ese padre de familia follarín furtivo de culos,  que en esos momentos se volvía a reunir con su querida esposa que lo esperaba cotilleando sin darse apenas cuenta de lo que tenía por marido.
 
Sus miradas cruzaban una sonrisa cómplice antes de volver cada uno de ellos a su propia realidad y pensaba con una sonrisa maliciosa en el rostro, en que mientras la ciencia no descubriera algún avance que permitiera el preñado de los tíos los deseos de su madre se quedarían para siempre en eso, meros deseos de tener descendencia.
 
Tragapollas manchego
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Bueno, aquí estuvo el relato de este mes. Es un relato muy diferente a los que he compartido hasta el momento en el blog, pero la verdad creo yo que bastante bueno. Me impactó desde la primera vez que lo leí y aún ahora lo hace. Me gusta mucho la forma en la que está escrito.
 
Como se habrán dado cuenta, esta es solo la primera parte del relato. Aún falta contar lo que está prometido al principio, cuando dice que su tío le enseñó muchas cosas, entre ellas lo que era follar. Pero bueno, eso será para otra ocasión :) No desesperen, lo más probable es que tengamos el resto del relato para el próximo mes ;) Mientras tanto, espero que hayan disfrutado este.